El lunes 27 de octubre, los estudiantes inscritos en el curso avanzado de Estudios Hispánicos del Upper School pasaron el día explorando la Calle Ocho de La Pequeña Habana— Southwest 8th Street, justo al oeste del centro de Miami—para recorrer el vecindario considerado a menudo el corazón palpitante de la cultura cubana en Estados Unidos. Guiados por una antropóloga que ha estudiado la zona por más de veinte años, los estudiantes visitaron una galería de arte, una tienda de elaboración de cigarros, una cafetería cubana y un parque de dominó.
“Muchos de ellos nunca habían puesto un pie en la Calle Ocho, a pesar de vivir aquí en Miami, a solo unas millas de distancia,” dijo la profesora de español y organizadora de la excursión, María Eva Molina. “Hay cosas que uno aprende solo al visitar un lugar—cosas que no se encuentran en ningún libro de texto—como el orgullo que sienten los locales.”
Uno de los testimonios que escucharon los estudiantes fue el de un inmigrante cubano que huyó de su país durante la Revolución de 1959, cuando el ascenso de Fidel Castro al poder llevó a muchos a reconstruir sus vidas—todo mientras trataban de honrar su cultura—en los Estados Unidos. En el edificio Futurama 1637 Art Building, aprendieron sobre esta historia rodeados de exposiciones de más de 37 artistas locales y 12 estudios, lo que destacó la riqueza de las costumbres y tradiciones hispánicas de las que habló el estudiante de segundo año Lars Goodrich.
“Lugares como este están suspendidos en el tiempo—miras alrededor y ves rascacielos, pero La Pequeña Habana todavía se siente como una ventana a lo que la ciudad alguna vez fue,” dijo Goodrich.
El grupo también disfrutó de una auténtica comida cubana en Old Havana Cuban Bar & Cocina, donde probaron platos tradicionales como la ropa vieja, el plato nacional de Cuba, llamado así por su carne desmenuzada y su guiso de tomate que recuerda la apariencia de “ropa vieja.” Después, los estudiantes participaron en partidas de dominó doble nueve, el juego nacional de la isla.

“Jugar dominó fue lo que más llamó la atención, porque es algo que las generaciones antes de nosotros han hecho,” dijo la estudiante de tercer año Gabriela Morales. “Se sintió como una forma de conectar con las personas que construyeron esta comunidad.”
Molina, quien ha liberado esta excursión por más de una década, sostiene que La Pequeña Habana sigue latiendo con nueva información y dimensiones culturales cada vez que la visita.
“He hecho esta excursión durante más de quince años, y aun así, cada vez que voy, aprendo algo nuevo,” dijo Molina. “La gente llegó aquí sin nada y construyó sus propias historias. Esa resiliencia—la creencia de que las dificultades no te definen—es lo que los estudiantes pueden llevarse consigo.”
